El mundo atraviesa un convulsionado proceso de transformaciones, caracterizado por la persistencia de la crisis sistémica del modo de producción capitalista a escala global como expresión del imperialismo, cuyos rasgos centrales tienen que ver con la ralentización del crecimiento económico, una tendencia inflacionaria creciente, excesiva concentración y centralización del capital a partir de la sobre explotación de la fuerza de trabajo, en el marco de las formas deslaboralizadas, tercerizadas y precarizadas que ha asumido la relación capital – trabajo, que se expresan en el crecimiento de la desigualdad y la pobreza entre las clases populares.
La crisis capitalista ha superado sus dimensiones estrictamente económicas, manifestándose también en las crisis climática como consecuencia de la voracidad del capital contra la naturaleza, la crisis alimentaria a partir de la proliferación de la pobreza extrema, de DDHH y humanitaria ocasionada por el impulso de las guerras contra los pueblos promovidas por potencias imperialistas, como ocurre con el genocidio del Estado sionista y terrorista de Israel contra Palestina, con cuyo pueblo nos solidarizamos de forma activa y decidida y que como en otros territorios del mundo que atraviesan conflictos armados, han ocasionado una crisis migratoria agudizada con el avance de la ultraderecha neoliberal que promueve la xenofobia, la discriminación y la estigmatización de la vida de los migrantes, especialmente de los jóvenes, que colocan en riesgo la continuidad de la vida de la especie humana en la tierra.